La raza Yorkshire terrier se originó en Yorkshire y la contigua Lancashire, una escarpada región al norte de Inglaterra. ​A mediados del siglo XIX, obreros procedentes de Escocia llegaron a Yorkshire en busca de trabajo, trayendo consigo diferentes variedades de pequeños terrier. No fue hasta finales de 1865 cuando un perro de exposición llamado Huddersfield Ben (que era un Paisley terrier con tipo de Yorkshire terrier), propiedad de una mujer que vivía en Yorkshire, Mary Ann Foster, fue visto en las exposiciones caninas en toda Gran Bretaña, y definió el estándar de la raza denominada Yorkshire terrier. ​El nombre oficial de la raza se adoptó en 1870.

Aunque pequeño, el yorkshire terrier posee las características de valor y tenacidad propias de los terrier. El yorkshire admite gustosamente a toda clase de gente. Es activo, sobreprotector, le encanta ser el centro de atención, y no mostrará el temperamento apacible que se ve en los perros falderos. Tienden a ladrar mucho, y esto los convierte en excelentes perros vigilantes, ya que harán sonar la alarma cuando alguien se acerca y parece amenazante